Ganarse el Valhalla I

Quien espera lo mucho espera lo poco. Una frase que llevo grabada a fuego desde que estoy con Amo, acabo de descubrir que es de García Márquez. De El coronel no tiene quien le escriba.

Ha merecido la pena la espera? Por supuesto, he tenido el mejor premio que una perra puede desear. Los mejores cuatro días con su Amo.

 

Tengo que rebuscar en el diario el ultimo día que Amo y yo tuvimos una sesión... Bueno. El penúltimo, el último fue el jueves.

 

Amo tenía hambre, y no sólo de cena.

 

- Que vas a cocinarme rico para la cena del jueves?

* Había pensado hacerte una pizza enrollada.

- Eso es un burrito, puta.

* Jajaja! Vale. Pues un burrito/pizza, con carne, tomate, orégano y mogollón de queso.

- Bien. Te quiero gótica el jueves.

* Sí, Amo.

 -Pelo negro, maquillaje uñas y labios negros.

* Sí, Amo.

- Y ojos como Cleopatra. Y lleva herramientas. Voy a ponerte fina. Vas a chillar como una perra.

* Gracias, Amo.

- De nada, te lo mereces por puta. Que sólo vales para follar, cerda.

* Lo sé Amo. Intento siempre ser la mejor para ti.

- Más te vale. Aun no me he decidido dónde voy a correrme.

* Jajaja! Donde tú quieras, Amo.

- Bien, puta. Esmérate. Nos vemos el jueves.

 

El centro sigue de obras. Paredes y suelos están levantados, los cables cuelgan, las piedras y ladrillos marcan por dónde no pasar. Entre mantas y plásticos, el rinconcito donde Amo trabaja y estamos juntos.

Llegué a la hora acordada. Me despachó rápido, no sin antes calentarme con un largo beso de aprobación por mi look.

- Baja al almacén, prepara lo que tengas y me avisas cuando estés lista.

Creo que aquel lugar era el único que no tenía escombros. Por suerte la mesa grande seguía ahí. Y vacía. Buen lugar para disponer todo.

Fui colocando todas las herramientas: La manguera de incendios, dos varas: la de madera y la flecha, tres palas: la pequeña de madera, la que le hice a Amo, con su nombre tallado en élfico y la de goma que me regaló el señor Jota, con una cara de chinchetas. Varios plugs, lubricante, las muñequeras de cuero con las argollas y la cinta para los ojos. Ah, y la mordaza de polla que me regaló el señor AOP con la que llevo practicando unas semanas.

Esta vez no incluí las pinzas en los pezones. Acaban de ponerme los aritos y se están curando. Así que tortura de tetas... Tendré que esperar.

 

Me desnudé y coloqué el torso sobre la misma mesa exponiendo mi culo y abriendo las piernas. Alcanzo el móvil y escribo un mensaje:

* Amo, estoy lista,  cuenta un minuto y ven.

Ahí mi cerebro hizo click y dejé de pensar... A partir de ahora te paso el mando, Amo.





Tenía pánico a haber perdido mi umbral del dolor, tanto tiempo sin un azote... hasta que probé la primera palmada de Amo.

Nada

Me dio otra más fuerte...

Nada

Creo que se picó, porque la tercera ya fue con una pala... ahí sí que gruñí. No noté diferencia entre las dos (me refiero a las palas de madera). No sé en qué momento una dio paso a la otra. No se si  golpeaba con diferentes intensidades o con herramientas distintas.

- Cuántos quieres... ? (Ya empezamos)

- Treinta y siete (el tres por cada año juntos y el siete por los meses)

- ¿¿Treinta y siete?? O siete.

- ¡Yo qué sé! Siete - Casi me río.

- Cuenta.

Ahí se me pasaron las ganas de reírme. Comenzó a repartir palazos por la gran superficie de mi culo y la parte baja de las piernas. Diooos... como pica ahí.

Me sorprendió escucharme. El sitio tenía bastante eco y mis gritos eran muy agudos! No me imaginaba que gritaría así...

Fueron siete azotes con cada cacharro. Excepto con una de las palas... creo, que llegó a once. Cuando tras el séptimo siguió golpeando seguido me asusté y me enfadé. Los gritos sonaban cabreados como si intentase decirle ¿¿¿¿¿Pero por qué????????

Recuerdo que entre golpe y golpe me masturbó varias veces con los plugs... Cada vez que sacudía con energía uno de esos bichitos del demonio dentro de mí me llegaba un orgasmo. Suerte que el almacén tenía suelo de granito, así que me pude dejar llevar y me corrí a gusto con cada uno.

Llegué a contar cinco... Amo, cuántos fueron? Era horrible... Solo lloraba por favor... por favor... Déjame correrme...

Las varas... me encantan. El picor es más ácido... como punzadas intensas. Las primeras apenas las noto, sobre todo si me estoy reponiendo de un orgasmo... Son tantas las ganas de mi cerebro por descansar que ni da la orden de doler. Eso sí, el tercero y cuarto varazo llegan con el recuerdo de los primeros... y ahí sí que escuece.

Agradecí que no me atase a las patas de la mesa... porque cuando sentía mucho dolor me acababa poniendo de pie y agachándome para ganar tiempo y recuperarme.

En algún momento recuerdo que intentó ponerme la mordaza, pero en cuanto empujaba un poco y el dildo de plástico rígido entraba más allá de mi campanilla, me daban unas arcadas tan intensas que Amo decidió no seguir. La colocó vertical sobre la mesa bajo mi boca y me empujó la cabeza. Entendí que quería que bajase hasta mi límite y la mantuve ahí mientras siguió golpeando mi trasero con fuerza.

He de decir que hoy me acuerdo de los golpes  porque veo las marcas, y en este caso se agradece tener el culo grande porque hay sitio para todas jajaja!! Me encanta mirármelas. Son muy diferentes, Las de las palas son dos marcas concéntricas circulares: la del centro roja y la de fuera morada, Las de las varas dos líneas pegaditas rojo carmesí y un óvalo morado negruzco alrededor. Los pinchitos de sangre seca regulares de la pala de goma con chinchetas. Las alargadas con un filo morado los de la manguera... En fin. Que llevo unos días con el culo como un pollock jajaja!!



Excuso decir que ni el maquillaje ni mi super look gótico se mantuvieron intactos durante la sesión. Igual es parte del encanto el desconfigurar mi rostro y que los chorretones negros del maquillaje anden a sus anchas por donde les venga en gana... 

Espero que te guste, Amo, porque entre las manchas, las babas, las lágrimas y los mocos mi cara sí que parecía gótica.

Tras la brutal azotaina y los orgasmos, mi buena dosis de guantazos... Me hizo levantarme de la mesa y me colocó de pie frente a él.  Comenzó a abofetear mi cara con fuerza, pero aguante feliz y caliente. Sé que es una zona delicada, pero cada vez me gustan más. Si por mi fuera estaría con la cara morada todos los días... cachis.

Una vez paró de golpear, e intuyendo que ya estaría cansado, decidí quitarme el sujetador y lucir mis aún frescos aritos en los pezones, que Amo lamió con todo el amor del mundo. Gracias.

Me dejó ahí de pie, desnuda, descompuesta y marchó al sofá del fondo.

- Ponte de cuatro, perrea pa mí, zorra.

Obedecí, y fui gateando hasta donde me esperaba mi Amo con las piernas abiertas y la camiseta subida. A sus pezones... muero por lamer sus pezones. Los tiene sensibles y le excita mucho que se los acaricie con la lengua.

Me adelanté, aun a riesgo de ganarme una ostia y comencé a quitarle despacio el cinto y sacar mi premio. Mientras seguía lamiendo un pezón, con la mano agarré mi teta y despacito, porque aún dolía mucho, fui paseando mi arito del pezón por su glande. La reacción no se hizo esperar.

- Uuuuh... Que rico puta... Escupe.

Obedecí y mientras seguía con aquel masaje dejé caer una baba, lo que suavizó la caricia y excitó sobremanera al Amo.

- Joder, puta. Chúpame la polla.

Sonreí victoriosa... Verás cuando se me curen la de cosas que vamos a poder hacer.

Humedecí mis pulgares y los llevé a los pezones de Amo, mientras me metía mi premio despacio en la boca. Hasta el fondo.

Finalmente, tras una riquísima mamada digna de mi Amo, se corrió en mi boca. Como siempre, la mantuve hasta que dio la siguiente orden.

- Traga.

Mientras estaba en el suelo recuperándome, Amo se compuso el uniforme y tras ordenarme limpiar y prepararle la cena se marchó. Ahí vi el enorme charco que había provocado con los squirt... ya me vale.

 

A los pocos minutos, ya recompuesta y con la cara lavada subí a servirle la cena y una cerves fresquitas a Amo, que se encontraba en su puesto viendo la serie de Vikingos.

Me costo la vida sentarme en el suelo aquella noche. Iba alternado posturas para aliviar los cachetes, pero no había manera. Cada movimiento iba seguido de un gruñido o un quejido. Amo me miraba y se reía... Yo también. Estaba disfrutando como en mi vida. Acabé abrazada a su pierna, con la cabeza en su rodilla... Viendo la serie y más feliz que una perra con dos colas.



.....

(Continúa)

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